Más que huevos frescos
Seguro que alguna vez te imaginaste saliendo al patio en la mañana, todavía con la taza de café caliente en la mano, y recogiendo un par de huevos tibios recién puestos. No es un sueño bucólico sacado de Pinterest: es totalmente posible, y con unas cuantas gallinas hasta te sobran huevos para regalar. Pero criar gallinas no es solo eso. Es también olor a paja, cacareos inesperados y la satisfacción de saber que, pase lo que pase con la economía o los supermercados, tú tienes tu propia despensa viviente.
Hoy en día, con tanta incertidumbre (inflación, sequías, guerras que suben los precios de los granos), la gallina vuelve a ser una aliada de supervivencia. Y ojo: no necesitas hectáreas de campo. Hasta en un patio mediano puedes tener tu pequeño gallinero y sentirte medio granjero, medio rebelde.
Por qué empezar con gallinas y no con otro animal
Hay razones de sobra:
- Bajo costo inicial: un par de pollitas no te rompen el presupuesto.
- Producción rápida: en unos 5-6 meses ya tienes huevos diarios.
- Mantenimiento sencillo: agua limpia, alimento y un refugio seguro. Nada más.
- Multiplicación controlada: si un día quieres pollitos, basta un gallo y algo de paciencia.
Comparadas con cabras, cerdos o incluso patos, las gallinas son “la bicicleta” de la autosuficiencia: simples, confiables y siempre útiles.
El espacio: ¿cuánto necesitan de verdad?
Aquí hay mucho mito. No hace falta un terreno enorme, pero tampoco puedes tenerlas en un metro cuadrado todas apretadas. Lo ideal es calcular:
- Dentro del gallinero: 0,2 a 0,3 m² por gallina.
- En el patio o corral: 1 a 2 m² por gallina.
Ejemplo sencillo: si tienes 5 gallinas, con un gallinero de 1,5 x 1,5 metros y un corral de 3 x 3 metros ya estás al otro lado.
Ahora, ¿qué pasa si no tienes patio? Algunos locos de ciudad crían gallinas en terrazas, pero ahí necesitas jaulas móviles (los famosos “chicken tractors”) y vecinos muy tolerantes.
El gallinero: más que cuatro tablas
El gallinero es su casa y también tu seguro contra depredadores. Un buen gallinero debe cumplir cuatro cosas:
- Protección: del sol, lluvia y enemigos (perros, gatos, comadrejas, zorros si estás en campo).
- Ventilación: sin corrientes directas, pero con buena entrada y salida de aire.
- Comodidad: perchas para dormir, nidos para poner huevos, espacio para moverse. Facilidad de limpieza: créeme, un gallinero sucio huele como el infierno.
El rincón de los nidos
Pon al menos un nido por cada 3-4 gallinas. Una caja de madera con paja funciona perfecto. Y un consejo práctico: mantenlos un poco en penumbra, porque las gallinas buscan intimidad para poner huevos.
Las perchas
Coloca palos de madera a unos 40-60 cm del suelo. Ahí dormirán alineadas como en un teatro.
El piso
Si es de tierra, perfecto. Pero refuérzalo con cal o malla para evitar ratas. Si es de madera o cemento, cúbrelo con paja o viruta para que absorba.
Alimentación: mucho más que maíz
La típica imagen de la gallina comiendo maíz está incompleta. Sí, lo comen y les gusta, pero no es suficiente. Necesitan proteínas, minerales y verdura.
Lo básico:
- Balanceado comercial: asegura vitaminas y proteínas.
- Granos: maíz, trigo, avena.
- Restos de cocina: cáscaras de verduras, pan duro, arroz. (Evita cosas saladas, grasientas o con moho). Calcio extra: cáscaras de huevo trituradas o conchilla molida.
Dato curioso: las gallinas son carnívoras oportunistas. Si ven un ratón chico o una lagartija, lo persiguen como velocirraptores en miniatura. Eso les aporta proteínas, aunque puede impresionarte la primera vez.
Agua: el detalle que más olvidan
Una gallina puede aguantar sin comida un par de días, pero sin agua fresca, adiós. El bebedero debe estar siempre limpio y lleno. En verano beben casi medio litro diario cada una. Y ojo: no pongas el agua al sol directo, porque se calienta y no la tocan.
Huevos: qué esperar y qué no
Una gallina joven (6 meses en adelante) puede poner un huevo al día en sus primeros años. Luego baja el ritmo, pero sigue produciendo.
En invierno, sin luz adicional, ponen menos. Si la alimentación es pobre, la cáscara será fina o inexistente. Los primeros huevos suelen ser más chicos, ¡pero igual sirven!
Y sí, hay gallinas “campeonas” que ponen como si fueran máquinas, y otras que se toman vacaciones largas.
Enfermedades y cómo evitarlas
Lo mejor es la prevención. Un corral limpio y ventilado ya hace el 80% del trabajo.
Problemas comunes:
- Piojos y ácaros: se esconden en las plumas. Solución: baños de ceniza o tierra seca donde ellas mismas se revuelcan.
- Coccidiosis: una diarrea fuerte en pollitos. Solución: buena higiene y, si es grave, medicamentos veterinarios.
- Huevos con cáscara blanda: falta de calcio.
Truco casero: pon un recipiente con ceniza o arena seca en el corral. Ellas solas se “bañan” ahí y eso las desparasita de forma natural.
Razas: ¿cuál elegir?
- Isa Brown o Hy-Line: las máquinas de poner huevos.
- Araucanas: ponen huevos azules o verdes, muy pintorescos.
- Plymouth Rock: buenas para carne y huevos.
- Criollas: rústicas, resistentes y gratis si te las regalan en el campo.
Si recién empiezas, te recomiendo gallinas híbridas ponedoras (Isa Brown, por ejemplo). No fallan.
Rutinas diarias y semanales
- Cada día: dar alimento, revisar agua, recoger huevos.
- Cada semana: limpiar gallinero, revisar si hay parásitos, agregar paja fresca.
- Cada mes: desinfectar, revisar estructuras, reforzar cerraduras.
La clave es la constancia. Si eres olvidadizo, las gallinas te lo recordarán a gritos.
La parte emocional: sí, te encariñas
Aunque al inicio uno las ve como “máquinas de huevos”, con el tiempo empiezas a distinguir sus personalidades. Está la gallina mandona, la tímida, la aventurera. Y cuando una se sube a tu regazo o te sigue por el patio como perro chico, entiendes que hay más que productividad aquí.
Preparación y supervivencia: las gallinas como plan B
En escenarios de crisis (apagones, escasez, desastres naturales), las gallinas son un activo brutal:
- Te dan proteína diaria (huevo).
- Pueden reproducirse, asegurando continuidad.
- Comen restos que de otro modo serían basura.
De hecho, en comunidades rurales tras catástrofes siempre verás que, aunque falte todo, gallinas siguen habiendo. Son resilientes como pocas.
Criar gallinas es como abrir la puerta a una vida más autosuficiente. Empiezas con unos huevos frescos y terminas descubriendo que te cambian la rutina, la cocina y hasta la forma de relacionarte con tu comida. Sí, tienen sus mañas, ensucian y a veces se escapan justo cuando estás apurado. Pero créeme: no hay nada como el orgullo de desayunar un huevo que sabes exactamente de dónde vino.
¿Y tú? ¿Te animarías a tener tu propio gallinero o prefieres seguir comprando huevos del súper?
























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