Mira, nadie te lo dice cuando estás empezando en esto del trekking, pero tus pies no solo te llevan: ¡te definen toda la experiencia! Puedes tener la mochila más pro, los bastones más livianos, o hasta snacks gourmet… pero si tus pies están hechos bolsa, todo lo demás da igual.

Así que hoy te cuento cómo cuidar esas dos máquinas que te llevan cerro arriba y valle abajo. Con cariño, experiencia (y varias ampollas en el pasado).

¿Por qué los pies sufren tanto en el trekking?

Piénsalo: horas y horas de fricción, peso, calor, humedad… y todo eso dentro de un entorno cerrado como una bota. Es como una mini sauna con movimiento. Por eso no es raro que aparezcan ampollas, uñas negras, rozaduras o incluso hongos. Cualquiera de ellos, harán que el resto del viaje sea un acto heroico con cada paso.

1. Elige bien los calcetines (sí, los calcetines)

Muchos se enfocan solo en las botas, pero los calcetines son como el colchón entre tu piel y todo lo demás.

  • Nada de algodón. Se humedece y no seca. Ampolla garantizada.
  • Lana merino o sintéticos técnicos. Regulan humedad y temperatura. Sí, son más caros, pero duran más y tus pies lo agradecerán.
  • ¿Calcetines dobles? Algunos usan un liner delgado bajo el calcetín grueso para reducir la fricción directa. Yo lo hago en caminatas largas y ayuda muchísimo.
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Pro tip: lleva un par seco extra. Cambiarte a mitad de jornada te da una sensación de renacer.

2. Entrena con tus botas, no con zapatillas

Aquí va una verdad dolorosa: no estrenes botas en una caminata larga. Hazlo y ya sabes lo que viene… El clásico “me rozan un poco, pero se pasa” es la antesala del desastre.

Tus botas tienen que estar domadas. ¿Cómo? Úsalas en el día a día, sube cerros cortos, camina con peso. Y si las botas no te quedan bien, ¡no las compres! Nada de “ya se van a amoldar”.

3. Aprende a prevenir ampollas como un pro

Prepara tus pies antes de la caminata. Si sabes donde usualmente sufres lesiones, mejor.

  • Vaselina entre los dedos o en puntos donde ya sabes que rozan.
  • Vendaje preventivo con cinta de papel (Micropore) o tape deportivo en zonas sensibles.
  • Si sientes que empieza el roce, ¡para de inmediato! y revisa. Más vale cinco minutos ahora que una ampolla después.

4. Corta tus uñas (¡pero no de cualquier forma!)

Suena obvio, pero no sabes cuánta gente llega a una caminata con las uñas largas o mal cortadas. Resultado: uñas negras, dolor al bajar o, en casos peores, uñas que se caen.

  • Corta recto, no redondeado. Así evitas que se encarnen.
  • Hazlo uno o dos días antes de salir, para que no queden muy sensibles.

5. Al final del día, mima tus pies

Llegaste al campamento, armaste carpa… ¿y ahora qué?

  • Sácalos de las botas.
  • Lávalos si puedes (aunque sea con toallita húmeda).
  • Déjalos al aire un rato.
  • Masajéalos un poco, como agradecimiento. Te juro que lo sienten.
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Lleva un par de calcetas suavecitas “de campamento” para la noche. Son como una caricia después del infierno.

6. ¿Y si igual sale una ampolla?

No es el fin del mundo, pero hay formas y formas de manejarlo.

  • Si está pequeña y no molesta, protégela con tela adhesiva o molesquín.
  • Si está grande y duele, desinfecta una aguja, pincha al costado para drenar, no saques la piel, cubre bien.
  • No sigas caminando sin protegerla, porque se puede infectar y ahí sí que todo se va al carajo.

Conclusión: tus pies no te piden mucho, pero sí atención

¿La clave? No los descuides. No los des por sentados. Y escúchalos, porque cuando empiezan a protestar, es mejor actuar antes de que te griten. Unos pies bien cuidados pueden llevarte a lugares increíbles. Unos olvidados… bueno, te pueden devolver antes de tiempo y cojeando.

¿Te ha pasado alguna historia dolorosa con tus pies en alguna caminata? Cuéntamela en los comentarios o en el chat de Telegram, que seguro nos reímos (con empatía) y aprendemos algo.

Morpheuz

Por Morpheuz

Lo importante es saber un poco de todo. Y ser especialista en algo determinado. Después, basta aprender a colaborar con la comunidad.

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