¿Alguna vez has salido a caminar solo por el bosque o la montaña… y sin darte cuenta terminaste pensando en cosas que ni sabías que te afectaban? Bueno, eso no es casualidad. El trekking no solo mueve las piernas: también remueve la cabeza y el corazón.
Hoy quiero hablarte de ese lado menos comentado del senderismo. No tiene que ver con mochilas ni rutas, sino con lo que pasa adentro de uno cuando el único sonido que escuchas es tu respiración y las ramas crujiendo bajo tus botas.
El silencio como espejo
Vivimos en ruido. Literal y figuradamente. Celulares vibrando, redes sociales, pendientes, noticias, dramas. Y de pronto, entras a un bosque y… silencio.
Al principio incomoda. Tu mente salta como mono. Pensamientos sueltos, listas de cosas por hacer, recuerdos raros. Pero después de un rato, empieza la magia: el silencio se vuelve claro, casi amigo. Y ahí, sin distracciones, aparecen cosas que estaban escondidas. Una conversación pendiente con tu papá, esa discusión con tu mamá. A veces nada dramático, solo esas cosas que uno deja para después pero que nunca resuelve.
Paso tras paso, cabeza en orden
Hay algo meditativo en caminar. El ritmo constante, el cuerpo enfocado en avanzar, la respiración acompasada… Es como si tu cerebro dijera: “OK, ya que estás ocupado moviéndote, yo voy a ordenar este desorden emocional que traes”.
Muchos psicólogos incluso recomiendan caminatas largas para procesar duelos, tomar decisiones o bajar la ansiedad. No necesitas sentarte en posición de loto ni cantar mantras. Basta con caminar y dejar que las cosas fluyan.
Afrontar la incomodidad te revela tu carácter
Trekking no siempre es cómodo. Hay cansancio, calor, frío, ampollas, lluvia, caminos que se pierden. Y en esos momentos difíciles, aparece tu verdadero yo.
- ¿Te frustras rápido?
- ¿Te ríes de tus errores?
- ¿Te vuelves creativo para resolver problemas?
La experiencia nos enseña más de nosotros mismos que cualquier test de personalidad.
La soledad buscada como medicina
En un mundo hiperconectado, elegir estar solo un rato es casi revolucionario. Pero qué necesario es. Caminar sin hablar con nadie, sin mirar el celular, sin la presión de “responder”.
Ahí conoces tus voces internas. Algunas no son muy amables, es cierto. Pero también descubres tu capacidad de consolarte, motivarte, agradecer.
Es como una mini terapia portátil. Y lo mejor: no necesitas cita ni pagar nada.
El orgullo silencioso del logro personal
Llegar a la cima, cruzar ese río, terminar una ruta exigente… eso genera una satisfacción que no viene de la competencia, sino del logro íntimo. No necesitas aplausos ni medallas. Tú sabes lo que te costó y cómo lo lograste.
Y ese orgullo se queda. Te cambia. Te hace caminar más erguido incluso en la ciudad.
El trekking como ritual de limpieza mental
Muchos hacemos trekking por deporte o por amor a la naturaleza. Pero también está esa sensación de que cada caminata limpia algo por dentro.
Sales con preocupaciones, enredos o tristeza… y vuelves con la mente más despejada, el corazón más liviano y, muchas veces, una nueva perspectiva.
Es como si los kilómetros recorridos también fueran kilómetros mentales. Y créeme, se notan.
Conclusión: camina para descubrirte
Más allá de mapas y equipamiento, el trekking te lleva a lugares interiores que no sabías que querías visitar. No siempre es cómodo, a veces duele, a veces emociona… pero siempre, siempre transforma.
Así que la próxima vez que salgas a caminar, no solo mires el sendero. Mira hacia adentro también. Tal vez descubras algo que estabas necesitando ver.
¿Te ha pasado algo así en alguna caminata? ¿Un momento de claridad, una decisión que tomaste, una emoción que apareció sin invitación? Me encantaría leer tu historia en los comentarios o en el chat de Telegram.
Y si quieres más información sobre el trekking, te recomiendo darte una vuelta por el resto de las publicaciones respecto del tema.
Deja un comentario